Donde el sendero de la vida acaba, ahí yace la meta de un
mortal, los sueños de un niño que nunca murió, aquel infante de interminable
creatividad, que después de abandonar su cuerpo de papel y de haber derramado
la tinta sobre la tierra, ha escrito aquello que perdura.
Ha logrado vivir en mí. Ha hecho vibrar mi alma con su voz,
con aquella frase llena de vida, aquel sentimiento que nunca abandono por una
corazonada, cada letra en conjunto me hizo levantar la mirada, me hizo
sonreírle al miedo y abrazar mis lágrimas, pues todo aquello ha sido verdadero.
¿Olvidarte?, nunca. Pues me enseñaste a ser humano y pelear
con las fuerzas y el poderío que muestran solo los dioses sobre la tierra.
Le arrebate su fuerza a un árbol, me adueñe de la libertad
de un ave, soñé con las estrellas. Y todo gracias a ti, Pero, no me olvide de
aquellos que sacrificaron su naturaleza por darme lo que ahora soy, defiendo a
la indefensa florecilla, incito a los pájaros a volar y sigo queriendo alcanzar
el cielo.
Para aquellos que se preguntaron a qué frase me refiero, has
memoria, te di las suficientes pistas, incluso tal vez te la dije con otras
palabras, pero evitare la intriga y te lo diré. Aquel lema que el viento
susurro para el que vive, aquel emblema de guerrero y el trofeo que ahora
sostengo se llama, nunca te rindas.